jueves, 22 de enero de 2009

Lo femenino en el proceso y desarrollo del cuento chileno

Lo femenino en el proceso y desarrollo del cuento chileno


El canon del cuento en Chile se ha ido configurando a partir de diversos mecanismos de inclusiones y exclusiones que han construido una base de estudio y análisis de la literatura chilena, en este contexto, las antologías del cuento chileno[1] han entregado una visión ejemplificadota de la evolución y desarrollo de este género en nuestro país, al ser consideradas como una de las principales fuentes e intentos de canonización de escritores.
El estudio de estos textos permite tener una visón panorámica de cómo se fue construyendo el canon del género cuento, ya que la presencia de autores de determinadas tendencias y la ausencia de otros fue marcando los lineamientos de lo que era el cuento en Chile en el siglo pasado. En este sentido, el estudio de los prólogos de estas antologías es una fuente de compresión, en algunos casos, de la elección de incluir a algunos autores dejando a otros en el olvido y también permiten evaluar si los mismos pasaron a ser o no canónicos y con qué tipo de obras, entendiendo que algunos escritores alcanzaron notoriedad con una obra en particular, pero no trascendieron por un aporte más amplio a la literatura chilena.
Cada una de estas antologías fue un intento por graficar lo que era o debería ser el cuento en Chile y cuáles debían ser los autores considerados a la hora de estudiar y valorar este género; teniendo en común el deseo de dar cuenta de la realidad chilena de aquella época, en forma conciente o inconciente, pasando por diferentes tendencias literarias, como el criollismo, imaginismo, realismo o haciendo alusión a un tipo de cuento en particular como el mágico, entre otros. No obstante, esta gráfica de la sociedad chilena, de la cual algunos pretendieron tomar distancia sin lograrlo completamente, no alude directamente a un componente fundamental del arte y la literatura en nuestro país: la presencia femenina.
Desde esta perspectiva este trabajo pretende desentrañar la presencia o ausencia de la mujer en las antologías del cuento chileno, desde una perspectiva de género, considerando que la mayor parte de las antologías estudiadas fueron realizadas por hombres. En ellas encontramos la presencia de obras escritas por mujeres en los textos de Luis Enrique Délano[2] (1945), Enrique Lafourcade (1954), Maria Flora Yañez (1958), Yerco Moretic[3] (1962), Instituto de Literatura Chilena[4] (1965), Armando Donoso[5] (1964), Nicomedes Guzmán[6] (1969) y Calderón, Lastra y Santander[7] (1974). Otras antologías de la misma época no incorporan a mujeres en la selección de escritores antologados.
Pero a pesar de esta presencia, la lectura de los prólogos manifiesta una ausencia del discurso femenino en sus líneas, ya que si bien ellas poseen cuentos escritos por mujeres, no existe una alusión directa al mundo femenino y su importancia desde su particularidad y diferencia, sin embargo, una lectura de los cuentos entrega las bases para comprender un mundo distinto en el cual el ser femenino muestra su esencia y especificidad, ya que es a través del arte realizado por mujeres que de mejor forma se puede encontrar una afirmación y reconocimiento de su esencia.
Para nadie resultará extraño el hecho de que durante muchos siglos el poder de la palabra era propiedad del mundo masculino acallando una parte fundamental de la sociedad, es decir, todo lo que se sabía del mundo de las mujeres era interpretado o analizado desde una mirada masculina, relegando a éstas hacia un ámbito privado y de exclusión social.
Con la llegada del siglo XX esta situación comienza a cambiar, no sólo en el mundo, sino también en Chile y de esta forma la voz de la mujer comienza a manifestarse lentamente en el ámbito público a través de diferentes manifestaciones, pero es el mundo de la literatura, y específicamente el del cuento, el que interesa debelar en este trabajo.
En este ámbito, sobresalen las figuras de Marta Brunet y María Luisa Bombal quienes son reconocidas como dos de las principales exponentes del cuento en Chile, apareciendo sus nombres en varias de las antologías del cuento chileno. La obra de estas dos escritoras ha sido estudiada y analizada ampliamente pasando ambas a formar parte del canon indiscutiblemente.
La contribución de estas dos escritoras a la comprensión del mundo femenino es, hasta el día de hoy, motivo de análisis y admiración no sólo por la calidad de su prosa, sino además por la época en la que fueron capaces de alzar su voz en una ambiente dominado principalmente por hombres, sin embargo, no son las únicas escritoras que aportaron con su arte a la emancipación y reconocimiento de la mujer en su singularidad, ya que al revisar las antologías de aquella época encontramos otras miradas al mundo femenino que serán rescatadas en este trabajo.
Algunos de los nombres que serán mencionados alcanzaron alguna notoriedad en el ámbito de las letras nacionales, otras quedaron en el olvido, sin embargo, lo que interesa a este estudio es reconocer su aporte a la construcción de una literatura que expresara el mundo femenino, visto y expresado a través de la perspectiva de las propias mujeres y no por intermedio de la voz de un hombre que reprimiera y restringiera ciertas conductas a lo “socialmente correcto” o a lo que se esperaba de una mujer en los tiempos en los que surgen estas obras.
En los cuentos escritos por mujeres nos adentramos a la interioridad femenina, a su esencia y naturaleza, ya que por medio de ellos se logra un contacto directo con la particularidad de este mundo. En este contexto sobresalen dos antologías del cuento chileno del siglo recién pasado: Antología del Nuevo Cuento Chileno de Enrique Lafourcade (1954) y Antología del Cuento Chileno Moderno de Maria Flora Yañez (1958).
Ambos textos contienen entre sus páginas una mayor cantidad de obras escritas por mujeres y en sus líneas se encuentran algunos de los principales componentes de la estética y visión femenina que a partir de la lectura de las obras se deja entrever, formando en conjunto una valiosa aproximación al sentir de las mujeres y una sutil revelación al porqué de ciertas actitudes y decisiones.
Las protagonistas de estos cuentos apelan a una sensibilidad difícil de desentrañar, pero real y presente tanto en aquella época como en la actual.
La Antología del Nuevo Cuento Chileno[8] de Enrique Lafourcade[9] pretende mostrar las características que las obras deberían poseer para ser consideradas dentro del género. En su prólogo señala didácticamente qué es para él un cuento y dedica un apartado especial para presentar a la nueva generación de escritores que quiere dar a conocer señalando los elementos comunes que presentan entre ellos, incluyendo a una serie de escritoras que son puestas en un mismo nivel junto a los escritores, refiriéndose a ellos y ellas como individualistas, herméticos, de élite, abiertos, sensibles, inteligentes y jóvenes.
Los cuentos escritos por mujeres que esta antología presenta tienen un tinte realista, son directos y sensibles al mismo tiempo y muestran, desde distintas perspectivas, imágenes, tormentos, angustias y presiones al que se ve enfrentado el mundo de una mujer. En este contexto, sobresalen cuatro historias: Niñita de María Elena Gertner, Margarita María de Yolanda Gutiérrez, Rosita de Pilar Larraín y Las flores, el jarrón y los perros de Gloria Montaldo.
En Niñita de María Elena Gertner[10] existe una mirada a cómo se va manifestando la sexualidad en el mundo infantil, especialmente en las niñas, que las sociedades reprimen y hacen sentir sucias y culpables por experimentar sensaciones prohibidas o transformadas en tabúes por una humanidad conservadora y machista; sensaciones que entran en conflicto con el comportamiento y lugar que debían ocupar en un hogar.
En Margarita María de Yolanda Gutiérrez[11] están presentes los prejuicios y cánones que restringieron en algún momento el actuar femenino y la inflexible mirada de una sociedad que desaprueba la emancipación femenina. Sociedad compuesta tanto por hombres como por mujeres que han asumido un cierto rol o comportamiento que se supone les corresponde.
Ambos cuentos coinciden en que sus protagonistas son niñas que al parecer son menos inhibidas para manifestar su sentir e interioridad que las mujeres adultas que las rodean y desaprueban por sus conductas. Las niñas de estos cuentos viven sus procesos con naturalidad y valentía.
Por su parte Rosita de Pilar Larraín[12] es un cuento que muestra la sensibilidad femenina y los conflictos que se desarrollan en la disyuntiva entre el amor de madre y el de pareja con las culpas y el dolor que las elecciones llevan a cuesta.
La protagonista de este relato manifiesta con estas palabras muchas de las ideas erróneas que sustentan algunas relaciones amorosas: “Traté de parecer alegre durante todo el camino hacia el hotel. Desde hacía algunos meses, tenía el absurdo temor de que si no era alegre y entusiasta por todo Arturo llegaría a cansarse de mí. Aceptaba siempre contenta cualquier programa que el sugería, sin contradecirlo jamás en nada, y así habíamos vivido unos meses de intensa y agitada felicidad” (p. 249)[13]. Estas líneas expresan las concesiones que las mujeres realizan por alcanzar la anhelada felicidad, pero el final del cuento es un claro ejemplo del fracaso al cual se llega por pretender a toda costa ser feliz.
En Rosita su protagonista vuelve a la realidad de su existencia gracias al recuerdo de su hija ausente, pero este regreso se transforma en un tormento aún más profundo.
En Las flores, el jarrón y los perros de Gloria Montaldo[14] dos hermanas viven su soledad y las represiones de una sociedad que no les permite desarrollarse libremente, la envidia entre las mujeres y la irracionalidad frente a una decepción amorosa son los componentes de este relato breve, pero ejemplificador en su dibujo de los distintos tipos de mujeres que se pueden encontrar en la sociedad chilena.
Estos cuatro cuentos son distintos, pero tienen en común la capacidad de trasladar al lector hacia espacios escondidos de la sensibilidad de la mujer, permitiendo un reconocimiento de los miedos y dolores de mujeres cercanas y reconocibles en nuestro mundo cotidiano.
En la Antología del Cuento Chileno Moderno[15] de Maria Flora Yañez[16] (1958) encontramos relatos que, según su autora, corresponden al ámbito de lo mágico, tratando de apartarse, aunque no completamente, del criollismo, aludiendo a la existencia y necesidad de dar a conocer un nuevo tipo de cuento en Chile que, desde su perspectiva, ha evolucionado hasta llegar al ámbito de lo considerado “moderno”.
En palabras de María Flora Yáñez: ”En esta antología he deseado, ante todo, presentar a autores cuyo acento y expresiones dejaran atrás la era criollista, transmutando con su creación la realidad que es siempre más compleja y misteriosa de lo que aparece”(p.8)[17].
En este ámbito encontramos un mundo femenino envuelto en el misterio, en los tormentos, en lo irreal a veces, pero sin dejar de ser un mundo reconocible en mujeres de carne y hueso, a esta clasificación corresponden: Sólo en las trenzas de Margarita Aguirre, Alina de Silvia Balmaceda, Las islas nuevas de María Luisa Bombal, El matrimonio o la puerta del sol de Teresa Hamel, y Gertrudis de María Flora Yañez.

Sólo en las trenzas de Margarita Aguirre[18] nos muestra el conflictivo paso de la niñez a la adolescencia, experimentado principalmente a partir de la atracción por un chico, sentimiento que le causa miedo a la protagonista y la atormenta, ya que no sabe si dejarse llevar por éste o seguir siendo una niña “Sí, es un hombre. Y abuelita dice que debo hablar con ellos. Que los muchachos son distintos. Y que sólo cuando sea grande podré tener amigos. Que ahora juegue a las muñecas porque ellos juegan a los bandidos. Pero Carlos es otra cosa. Claro que me da un poco de miedo cuando lo veo. Esta tarde me dijo que podíamos ser amigos. Y esto no es pecado…..¡Qué absurdo tener este miedo!” (p. 12)[19]. Este miedo se transforma, en muchos de los cuentos estudiados, en un factor determinante de la conducta femenina.
En Alina de Silvia Balmaceda dos hermanas habitan una casa llena misterios, en medio de un bosque escondido. Una de ellas, Palmira, está casada y la otra, Alina, experimenta sentimientos confusos frente a su cuñado. Estas dos hermanas viven una soledad especial adornada con los extraños sucesos que se suscitan a su alrededor.
Es especialmente interesante el mundo interno del personaje Alina quien demuestra deseos de salir de la soledad en la que se encuentra y buscar un verdadero sentido a su existencia, en cambio su hermana es más terrenal y la insta a no arriesgarse, es decir, vemos en estas dos mujeres los dos grandes opuestos del mundo femenino, por un lado la resignación a un mundo que a una de ellas le tocó o eligió vivir en un momento de su vida sin hacer nada por cambiar a pesar de no ser feliz y, por otro lado, Alina representa el deseo de emancipación y cambio, el no querer quedarse en un mundo determinado y salir en busca de su propio destino. Estos opuestos se grafican en la siguiente cita: “Alina se desprende de la escoba y sale en busca de los largos caminos. Palmira, aguda, corta la tarde en un grito: “¿Dónde vas, temeraria, vas en busca de la muerte?” __ “No, hermana, voy en busca de la vida, de aquella que está entre los bosques, en la zarpas de la fieras que temes, en el murmullo misterioso de la selva;…__”No, no vayas en busca de la muerte!” (p. 60)[20].
Las islas nuevas de María Luisa Bombal es de este grupo de cuentos el más conocido y analizado por la crítica. Su enigmática protagonista, Yolanda, es una mujer envuelta en una túnica de misterios al igual que su entorno. En los testimonios autobiográficos publicados por Lucía Guerra, María Luisa Bombal se refirió con las siguientes palabras al surgimiento de este cuento: “Mira, la verdad es que 'Islas nuevas' es un cuento que surgió de manera misteriosa. Cuando yo vivía en la Argentina, yo siempre visitaba una estancia, La Atalaya, se llamaba, allá en la pampa, y ahí era testigo de un hecho maravilloso. En la estancia había muchas lagunas y misteriosamente el agua bajaba y aparecían todas estas islas nuevas que después también desaparecían misteriosamente. Era sobrecogedor y este hecho sobrecogedor, maravilloso, me inspiró para imaginar a una mujer que era tan misteriosa como la naturaleza que los hombres 'no' comprenden ni quieren comprender. Yolanda, ¡pobrecita!...”[21] Las palabras de Bombal reflejan una constante en muchos de los cuentos escritos por mujeres: la incomprensión producto de que la sociedad, en general, pretende medirlas con la misma vara que a los hombres, negando su diferencia y su propia identidad. Desde siempre las mujeres han querido ser respetadas y entendidas en su diferencia, pero esta posibilidad les es negada por los hombres y a este hecho alude la escritora en las líneas anteriores.
El secreto de Yolanda en Las islas nuevas es motivo de incomprensión por parte de quienes la rodean y es, al mismo tiempo, un tormento interior que le impide desarrollarse armónicamente sobre todo en el ámbito amoroso. Ella se niega a este sentimiento, aparentemente por temor al rechazo, cerrando toda posibilidad al desarrollo del amor pasional en su vida.
El matrimonio o la puerta del sol de Teresa Hamel[22] es un cuento bastante metafórico y sugerente en el cual una mujer vive infeliz un matrimonio basado en el sometimiento absoluto, los breves momentos de felicidad de la protagonista se basan en los instantes que pueden compartir con niños aparentemente extraños a su familia.
Nuevamente en esta historia la incomprensión de la pareja se transforma en una constante que termina por destruir las ilusiones de la protagonista arrastrándola a un terrible final. El nombre del cuento alude a la decisión vital que asume al final de sus días.
Por último, Gertrudis de María Flora Yañez., cuento narrado en primera es, según palabras de la misma autora, una narración con características autobiográficas, seguramente vivencias del mundo infantil que plasmaron de recuerdos los vacíos adultos. La presencia de Gertrudis provoca en la protagonista del cuento miedo en su mundo de niña y más tarde, siendo ya una adulta comprende el error que con los otros niños han cometido al temerle a una mujer que no era más que una pobre alma solitaria que necesitaba ayuda. Gertrudis era tal vez una más de antas mujeres solas y olvidadas por su entorno que finalmente mueren solas y abandonadas.
------------------------------------------------
Las autoras y los cuentos seleccionados para este trabajo son un claro aporte a la comprensión del mundo femenino. Las páginas de las obras expuestas manifiestan miedos, decepciones, fracasos, incomprensión, pero además, una aguda viveza mental y conciencia frente una realidad que de pronto de presenta absoluta y sobrecogedora y que permite entender parte del accionar femenino.
Las mujeres de estos cuentos tienen en común el sentir intensamente las emociones que las envuelven y ellas resumen una naturaleza que aún falta por comprender y debelar. En este sentido, se puede afirmar que las dos antologías estudiadas, si bien no se refieren directamente a la importancia de la voz femenina en sus prólogos, sí tienen el mérito de presentar obras escritas por mujeres desde su perspectiva particular y diferencia, contribuyendo a la manifestación de un mundo poco conocido y estudiado en ese entonces. Sin embargo, la mayoría de estos cuentos, no pasaron a formar parte del canon tradicional siendo muchos de ellos desconocidos en la actualidad a pesar de su valioso aporte al descubrimiento y revelación de lo femenino.


Bibliografía

Lafourcade, Enrique. Antología del nuevo cuento chileno. Santiago de Chile. Editorial Zig – Zag. 1954.
Yañez, María Flora. Antología del cuento chileno moderno. Santiago de Chile. Editorial del Pacífico. 1958.
Alegría, Fernando. Literatura chilena del siglo XX. Santiago de Chile. Editorial Zig – Zag. 1970.
Carrasco, Iván. Literatura chilena: canonización e identidades. Estudios Filológicos N° 80. 2005. 29 – 48.
Guerra, Lucía. “Testimonios”, Obras completas. Santiago de Chile. Editorial Andrés Bello. 1996.
Godoy Gallardo, Eduardo. Lafourcade y el Cuento Chileno (En torno a las Antologías de 1954 y 1959). Revista Signos. www.scielo.cl
Memoria chilena. On line.

[1] Se considerarán en este estudio las antologías del cuento chileno más trascendentales aparecidas en Chile entre los años 1917 y 1995.
[2] En Siete Cuentos Chilenos de Luis Enrique Délano (1945) es antologada Marta Brunet con Doña Santitos.
[3] En El Nuevo Cuento Realista Chileno de Yerco Moretic (1962) es antologada Margarita Aguirre con Un día como hoy y Mercedes Valdivieso con Babel.
[4] En Antología del Cuento Chileno del Instituto de Literatura Chilena (1965) aparece Marta Brunet con Piedra Callada y Soledad de la sangre, María Luisa Bombal con El árbol y Marta Jara con La camarera.
[5] En Algunos Cuentos Chilenos de Armando Donoso (1964) aparece Marta Brunet con Doña Santitos.
[6] En Antología de Cuentos Chilenos de Nicomedes Guzmán (1969) aparecen: Marta Jara con El hombrecito, Marta Brunet con Dos hombres junto a un muro, María Flora Yañez con Mil novecientos cincuenta y tres y Maité Allamand con El funeral del diablo.
[7] En Antología del Cuento Chileno de Calderón, Lastra y Santander (1974) aparecen Marta Brunet con Soledad de la sangre y María Luisa Bombal con El árbol.
[8] La antología del nuevo cuento chileno, publicada por Enrique Lafourcade en 1954, incluye 24 autores y 30 cuentos entre los que se encuentran: Margarita Aguirre, Fernando Balmaceda, Guillermo Blanco, Armando Cassígoli, José Donoso, Jorge Edwards, Félix Emerich, Mario Espinosa, Pablo García, Claudio Giaconi, César Ricardo Guerra, Yolanda Gutiérrez, Eugenio Guzmán, Luis Alberto Heiremans, Pilar Larraín, Jaime Laso, Gloria Montaldo, Alberto Rubio y Eugenia Sanhueza, entre otros.

[9] Enrique Lafourcade ha participado como compilador y editor de antologías muy importantes para la literatura chilena. Estas son: Antología del Nuevo Cuento Chileno (1954), Cuentos de la Generación del 50 (1959) y Antología del Cuento Chileno (1969 y 1984).
Especial atención merece la antología de la Generación Literaria de 1950, porque se dice que con ella dio nombre al grupo de escritores que en esa década hicieron su entrada al escenario de las letras nacionales. En este libro incluyó una bibliografía cronológica de dicha generación.

[10] Como escritora, María Elena Gertner debutó a los veintidós años con su libro de poemas: Homenaje al Miedo (1950). Sus cuentos han sido incluidos en dos importantes antologías de Enrique Lafourcade: la Antología del Nuevo Cuento Chileno (Zig-Zag,1954) y en Cuentos de la Generación del 50 (Del Nuevo extremo, 1959). En 1958 apareció su novel Islas en la Ciudad (Del Nuevo Extremo), que llamó poderosamente la atención y fue reeditada de inmediato.
[11] Escritora chilena nacida en Arica, estudió derecho en la Universidad de Chile. Colaboró activamente en la Revista Mástil y en la Academia Literaria.
[12] Nace en Río de Janeiro en 1927. En 1948 obtuvo en premio “Margarita” por su obra “El límite peligroso”.
[13] En Lafourcade, Enrique. Antología del nuevo cuento chileno. Santiago de Chile. Editorial Zig – Zag. 1954.
[14] Nación en Valparaíso en 1925. Publicó sus primeros cuentos y ensayos en el diario “La Prensa” de Osorno. En 1948 ganó el primer premio de Poesía en los Juegos Florales de San Bernardo. Sus cuentos aparecieron principalmente en revistas como Zig – Zag.
[15] Antología del cuento chileno moderno, 1938-1958, publicada en 1958, se refiere no sólo a la importante producción de este género en una época determinada, sino que tiende a destacar una tendencia que, según el juicio crítico de la escritora, es dominante en el cuento chileno moderno. Esta selección incluye a Margarita Aguirre, Fernando Alegría, Eduardo Anguita, Braulio Arenas, Guillermo Atías, Silvia Balmaceda, Guillermo Blanco, María Luisa Bombal, Óscar Castro, Armando Cassigoli, Francisco Coloane, José Donoso, Alfonso Echeverría Yáñez, Juan Emar, Mario Espinosa, entre otros.
[16] María Flora Yáñez nació en la ciudad de Santiago en el mes de septiembre de 1898, en el seno de una familia aristocrática liberal de marcada inclinación intelectual. Su padre, Don Eliodoro Yáñez, fue un político y estadista de renombre nacional y fundador del diario La Nación; su hermano, Juan Emar, fue el autor de Diez y Ayer, entre otras obras narrativas vanguardistas.
[17] En Yañez, María Flora. Antología del cuento chileno moderno. Santiago de Chile. Editorial del Pacífico. 1958.
[18] Nace en Santiago, en 1920. Residió parte de su niñez en Argentina. Se radica nuevamente en Argentina tras su matrimonio con el abogado Rodolfo Araos, y más tarde regresa a Chile. Ha publicado: Cuadernos de una muchacha muda. Santiago, 1951. Fue secretaria de Pablo Neruda y su gran cercanía con el poeta la llevan a convertirse en una de sus primeras biógrafas. Margarita Aguirre falleció en diciembre del 2003.

[19] En Yañez, María Flora. Antología del cuento chileno moderno. Santiago de Chile. Editorial del Pacífico. 1958.
[20] En Yañez, María Flora. Antología del cuento chileno moderno. Santiago de Chile. Editorial del Pacífico. 1958.
[21] Guerra, Lucía. “Testimonios”, Obras completas. Santiago de Chile. Editorial Andrés Bello. 1996. p. 340
[22] Teresa Hamel, a quien Pablo Neruda llamaba la “ola marina”, es una narradora destacada en las letras chilenas. Toda su vida está cruzada por circunstancias favorables que le permitieron una formación artística excepcional, rodeada por grandes figuras del arte nacional e internacional, entre ellos el gran poeta que fuera Pablo Neruda, de cuya amistad disfrutó con lealtad inquebrantable hasta el día de su muerte, durante los oscuros sucesos de 1973 en Chile.
En 1951 Teresa Hamel se incorpora a la Sociedad de Escritores de Chile, había publicado con gran éxito su libro “El contramaestre”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario